Hoy es - ¡Este es el día que hizo el Señor!

enero 22, 2010

LAS MODAS ACTUALES Y EL ALTAR DE DIOS - ¿Hasta cuándo esta lucha?

VESTIMENTAS DE CANTANTES Y MÚSICOS EN EL ALTAR
Una cosa es nuestra manera de vestir en nuestro diario vivir y otra, es la vestimenta adecuada en el templo de Dios; y máxime, en un altar. Hay ciertos atuendos que pueden ser válidos en otras instancias, mas nunca en un altar del Señor.
         Hoy por hoy, existe en el mundo una corriente general, demasiado permisiva de la moda en el vestir. Y algunos hijos e hijas de Dios también están cayendo en aceptarla como apropiada e incluso, llevándola hasta el altar mismo.
          En algunas iglesias esto ha llegado al punto en que ciertos siervos y siervas del Señor suben al altar (para ministrar a Dios y al pueblo de Dios) vestidos de maneras que, considero yo, son poco sabias; con de modos de vestir que son, dependiendo del caso, fuera de lugar, descuidados, desaliñados, sugestivos, provocativos o incluso, algo sensuales.
          No quisiera tener que detenerme en este espacio a describir en detalle ese tipo de vestimentas, pues sé que la gente que asiste a las iglesias sabe notar muy bien cuando alguien está o no propiamente vestido en un altar. Pero, lastimosamente, pareciera que las únicos que no se dan cuenta de esto, son las propios ministros que suben al altar. Y esto, va tanto para las damas, como para los caballeros.
NOTA: Hago la salvedad de que no pretendo señalar aquí casos específicos de alguna persona en particular. Solo mencionaré ejemplos de situaciones que me ha tocado ver, a lo largo de los años. Si alguno se sintiese aludido con este escrito, le aseguro que no ha sido mi intención.
          El vestir inapropiado de algunos ministros en el altar de Dios no es ningún secreto, pues seguramente usted, estimado lector, también se ha dado cuenta de estas cosas, en más de una ocasión.
          Para empezar, creo que una dama (llámese señorita, joven e incluso señora), no puede comportarse ingenuamente al estar en un altar de Dios, en lo referente a su modo de vestir.
          Hay que tener en cuenta que este no es un mundo perfecto, que no existe una iglesia perfecta, ni tampoco, cristianos perfectos; en otras palabras, todavía no estamos en el cielo. Por ende, una hija de Dios no tiene por qué vestirse sugestivamente para subir a un altar de Dios y estar así en pie ante un púbico, siendo así ocasión de tropiezo o de distracción para otros.
          Un altar del Señor no es una pasarela para un desfile de modas ni para exhibirnos ni lucirnos delante de los demás. Es y debe ser un sitio desde y en donde se le rinde honor y gloria a Dios, con toda reverencia y respeto, dignos del Dios a quien servimos y adoramos.
          Por eso, aún no entiendo el por qué de la insistencia de algunas cristianas de vestirse, para estar en un altar, por ejemplo, con escotes elocuentes o aberturas tan reveladoras en sus faldas (aún por muy largas que éstas sean) que, para efectos prácticos, muestran más que una minifalda. Y qué decir de éstas últimas. Quizás algunas damas no se pongan minifaldas atrevidas para estar en un altar; pero igualmente, tampoco parecen muy sabias que digamos, en calcular (viéndose a sí mismas frente a un espejo), cuál largo de la falda es el más apropiado para su caso, según su cuerpo; no mostrando lo que no es necesario mostrar.
          Por otro lado, no pienso tan radicalmente en lo referente a vestirse con pantalones o faldas. Opino, muy personalmente, que eso depende de qué tipo de vestido o falda y de qué tipo de pantalón se trate. También depende mucho del tipo de cuerpo de la dama. Aquellas naturalmente "exhuberantes" no son a veces las candidatas más apropiadas para vestirse de pantalones en un altar de Dios. Sin embargo, otras damas se ven muy decentes y elegantes con pantalones tipo sastre, por ejemplo, que no sean ajustados. Es que el solo hecho de llevar faldas no implica siempre necesariamente estar apropiadamente vestidas; pues, como ya vimos, una falda dependiendo del caso, puede llegar a ser tan o más reveladora que un pantalón, si es que no es sabiamente escogida.
          Otras ropas no muy prudentes en un altar son aquellas de telas semitransparentes o ciertas otras modas que dejan entrever partes del cuerpo (superiores o inferiores) de una dama, que no tienen por qué exhibirse desde un altar de Dios. Igualmente, algunas mujeres se atavían, para subir a un altar, de ropas muy ajustadas (llámese vestido, pantalón o falda); atuendos éstos que a veces casi pareciese que hubiesen tenido que "fundirse o derretirse" para lograr entrar en ellos. En estos casos, aún sin descubrir abiertamente algunas de sus partes anatómicas, éstas quedan claramente insinuadas o "develadas" a través de los contornos de sus ropas.
          Y después de llevar alguno de estos tipos de vestimentas inapropiadas, las ingenuas hermanitas, al bajar del altar, se preguntan por qué los hermanos las miraban tanto. No es que quiera ser irónica, pero hay que llamar a las cosas por su nombre; al pan, pan y al vino, vino.
          No podemos ignorar el hecho que, al estar delante de todos, en un altar de Dios, querámoslo o no, somos en ese momento (tanto damas como varones) el punto focal de atención, (humanamente hablando). Todas las miradas estarán sobre nosotros, no solo observando lo que vestimos, sino también lo que decimos, hacemos y hasta cómo nos movemos. No podemos perder de vista lo anterior. Deberíamos tener el cuidado de estar allí, al frente, para ser de bendición a las personas y no para su tropiezo.
          Y en ocasiones, ciertas damas resultan de tropiezo por su vestimenta, tanto para los varones del público como también para otras damas, que se incomodan al verlas vestidas no muy dignamente.
          Y qué decir de los varones. Pues ellos tampoco se quedan atrás. Algunos (no todos) reflejan a veces algo de descuido en cuanto a su atuendo en el altar se refiere.
          Por ejemplo, se atavían de cierta indumentaria, peinados o accesorios demasiado llamativos, que no son los más adecuados para ese lugar; es decir, para un altar de Dios. Las modas de jeans desgarrados o con aberturas no parecen tampoco muy propias para una altar.
          Incluso, ciertos caballeros y ciertos jóvenes no se fijan bien en lo que se ponen, y se visten con pantalones o suéteres muy ajustados, u otro tipo de ropa, algo sugerente y nada discreta. Aún sin darse cuenta, están dando ocasión a que las chicas los tengan en la mira cuando están en un altar.
          El punto que quiero enfatizar, entre todo lo dicho hasta aquí, es que  no se trata tanto de que una dama lleve pantalones o que vista faldas; de que si las faldas son a la rodilla o hasta el talón; de que si se maquilla o no se maquilla; de que si su blusa es sin mangas o que si le cubre hasta las muñecas y el cuello. Tampoco se trata de que un varón vista pantalones tipo sastre o que lleve jeans discretos; que si calza zapatos o si lleva zapatillas; que si viste tal vez un sweater en lugar de saco y corbata; o que si tiene su cabello corto o largo. No es a nada de esto a lo que me refiero.
          Se trata, mas bien, de cuán recatados, decentes y apropiadamente vestidos nos veamos con todo aquello que llevemos puesto. Como bien dice el refrán: "un lugar para cada cosa; y cada cosa, en su lugar". Hay un tiempo, ocasión y espacio para todo; por eso, debemos vestirnos inteligentemente, de acuerdo a la ocasión, al lugar y a lo que vamos a hacer.
          La forma en que los creyentes se vistan en su diario vivir (sean damas o caballeros) ya es otra cosa que no pretendo tratar aquí. Pero, subir a un altar a ministrar, inapropiadamente ataviados, no es muy sabio que digamos, ya que puede resultar de tropiezo para algunos, además de irreverente, ante los ojos de Dios.
          Si lo que queremos es bendecir a las personas, debemos también procurar no serles de estorbo ni aún en los detalles pequeños (incluyendo todo aquello que llevemos puesto). Es que, independientemente de lo diferente o hasta quizás extravagante que algunos acostumbren vestir en su diario andar, no podemos trasladar todo eso a un altar de Dios.
          Hay atuendos propios y aceptables para otros lugares y ocasiones, pero que no lo son para el altar del Señor en una iglesia.
          Deseo dejar aclarado que no estoy criticando aquí la forma de vestir de las personas que visitan la iglesia por primera, segunda, tercera vez o que quizás, ya lleven algo más de tiempo congregándose en un templo del Señor. Para mí, lo realmente importante es que éstos se congreguen en la iglesia y que estén buscando del Señor. Ya lo referente a su forma de vestir sería un trato personal entre éstos y Dios. No pienso que se le deba impedir a alguien congregarse en una iglesia, solo porque no está vestido de la manera más apropiada en un momento dado. Podríamos estar así siendo de tropiezo y evitar que un alma reciba la salvación.
          Más bien, a quienes me he estado refiriendo en este artículo es a aquellos que sirven y ministran al Señor en el ministerio de la música, de la alabanza y adoración a Dios, pero que no acostumbran vestirse adecuadamente para ello.
          Creo firmemente que quien tenga la madurez como para ser un ministro del Señor, pues también debería tener toda la madurez para saber cómo llevar un atuendo apropiado al ejercer su ministerio desde un altar de Dios.
          Continuando con el tema en cuestión, quisiera anotar que hay algunos que toman como excusa (para su vestimenta inadecuada en un altar) la premisa aquella de "no me importa el qué dirán"; ó "así me siento cómodo(a)"; ó "yo soy seguro de mí mismo, así que no me interesa lo que otros piensen de mí". Bueno, no considero muy sabias, en este caso, tales afirmaciones. La Biblia misma nos habla al respecto, cuando Pablo aconseja a aquellos que se dicen ser muy seguros en sus creencias y criterio propio:
"De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano."
1 Corintios 8:12-13
"Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano... Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come. Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite."
Romanos 14:13,15-21
          Examinando estos pasajes dentro de sus contexto, vemos que el apóstol Pablo aconsejaba así a los ceyentes de algunas iglesias, los cuales disputaban si era correcto o no era correcto comer ciertos tipos de alimentos o guardar o no ciertas días de celebraciones y cosas así. La esencia de este asunto es no ser ocasión de estorbo a otros, para que "no tropiecen, se ofendan o se debiliten" (v.21).
          Y aplicando esto al caso que nos atañe en este artículo, entonces, si lo que llevo puesto a un altar de Dios puede, de una u otra forma, resultar en tropiezo para los que me ven; entonces, ¿cuál es el propósito de persistir en ello?
          La mayor parte de los ministros de alabanza no dan problemas al respecto; sin embargo, algunos otros sí. Me resulta curioso que este tipo de inconvenientes en el vestir es muy raro verlo en los predicadores y predicadoras. Pero el vestir inadecuadamente resulta muchas veces el "talón de Aquiles" de cantantes y músicos de las iglesias. ¿Por qué será? ¿Será que tienen en poco lo que representa un altar de Dios y el privilegio de estar allí para ministrar a Dios y a la gente?
          Ahora bien, existe el caso diferente, quiero aclarar, de grupos cristianos de música que manejan ciertos géneros musicales, dirigidos principalmente a un público no creyente. En sus presentaciones musicales éstos utilizan algunos atuendos que no resultan convencionales para el común de los cristianos. Y dicho estilo de vestir es aceptado y utiizado también por los asistentes a dichos conciertos. Es más, quien no los lleva en esos eventos les parece fuera de lugar a los demás.
          Así, hay una diversidad de grupos de cristianos que tocan esos géneros musicales que, como parte de su imagen y para que el público se identifique con ellos, pudiendo así alcanzarlos más fácilmente, adoptan cierto tipo de indumentaria poco ortodoxa, ante los ojos de los cristianos más "convencionales" (por así decirlo). También yo tengo mis propios criterios en cuanto al caso, pero no soy quién para juzgar a nadie; pues creo que las muchas almas que algunos de esos grupos ganan para Cristo de esa forma, habla más a su favor que lo que usted o yo pudiésemos decir en contra.
          A veces, aunque las cosas no se hagan como a nosotros nos pareciera adecuado (según nuestros criterios preconcebidos) ello no significa necesariamente que estén mal.
          Vemos el ejemplo paralelo de un hombre que predicaba y hacía señales en el nombre de Jesús, pero que no andaba en el grupo con el Señor y sus discípulos, sino que andaba aparte:
"Juan le respondió (a Jesús) diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es."
Marcos 9:38-40
          Por eso, aclaro, me he referido a lo largo de este artículo, específicamente, a la indumentaria utilizada dentro de las iglesias, en el altar de Dios, por los ministros de alabanza.

2 Comentarios. ¿Dejas el tuyo? :

Anónimo dijo...

Amen y gloria a DIOS!! De acuerdo!!

Unknown dijo...

Amen!101% de acuerdo.

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